Alexis Pardillos.
Fuente: El Pais, Unican
Foto: Manuel González Morales
En el pintoresco entorno que forman la Sierra del Hornijo y
los Montes de la Busta y el Moro, que rodean el Monte Pando, en la localidad
cántabra de Ramales de la Victoria, se encuentra la Cueva del Mirón, ya desde
hace unos años explorada. En ella, además de una enorme majestuosidad y tras
una inmensa apertura que forma su entrada, se han encontrado, desde su
descubrimiento en 1996 y posteriores excavaciones a partir del año 2010, no
solo unos excelentes grabados rupestres de trazo fino, que incluyen signos y
símbolos varios, un caballo y un posible bisonte, sino además, a
medida que progresan la excavaciones, otros espectaculares hallazgos.
Además de aquellas pinturas, se han localizado en la oquedad multitud
de huesos de animales, múltiples fragmentos de tallas de sílex y numerosas
piezas de hueso y asta, hasta incluso una cabeza de cierva grabada en un
omóplato, que denotan la ocupación de aquellas cuevas por el hombre desde la
transición del Paleolítico Medio al Superior hasta bien entrada la Edad Media, hace
escasamente un milenio.
La última sorpresa que ha dado el interior de la
caverna ha sido el reconocimiento de
unos restos humanos hallados en 2010 debajo de una inmensa losa de piedra.
La losa, que parecía haber caído del techo, contenía unos
grabados lineales que parecían representar motivos femeninos y bajo ella se
hallaron los que en un principio creyeron se trataba de restos de un joven
adulto. Las dataciones del Carbono 14 situaron la edad de aquellos restos en
unos 19.000 años.
Hoy sabemos que aquel curioso enterramiento pertenecía a una
mujer de unos 35 a 40 años. Por razones que se desconocen el cuerpo se dejó
descomponer al aire libre (muestras de óxido de manganeso sobre los huesos lo
verifican) y posteriormente fue embadurnada de ocre rojo (un pigmento hecho con
óxido de hierro) que no procedía de la zona, antes de ser enterrada. Más tarde, algún animal se llevó la tibia, que
posteriormente, e incluso roída, fue de nuevo depositada en el rudimentario
sepulcro.
Además no se encuentran entre los restos ni el cráneo ni
algunos de sus huesos, que se piensa fueron trasladados a otro lugar, como si de sagradas reliquias se tratasen.
Es por todas esas circunstancias por lo que se cree que se trataba
de una mujer muy, pero que muy especial. De hecho en el enterramiento se han
encontrado muestras de diferentes pólenes agrupados, prueba de que se depositaron flores para el rito, aunque también pudo ser debido a que la “dama”
consumía flores por sus propiedades medicinales.
Sea como fuere, se trata de un hallazgo muy especial, puesto
que si bien en periodos anteriores (unos 8.000 años atrás) si existía aquella
práctica funeraria, de ese periodo, hace unos 19.000 años, no existe ningún enterramiento
en la península ibérica y tan solo una media docena en Francia. Es en esa época aproximadamente cuando acababa
la etapa más dura de la glaciación.
Milenios atrás, las poblaciones europeas habían debido de emigrar a zonas más meridionales para combatir los gélidos fríos, acabando muchas de ellas resguardadas en las cuevas de la cornisa cantábrica que, como la del Mirón, disponían de temperaturas y recursos que podían hacer la vida más llevadera.
Milenios atrás, las poblaciones europeas habían debido de emigrar a zonas más meridionales para combatir los gélidos fríos, acabando muchas de ellas resguardadas en las cuevas de la cornisa cantábrica que, como la del Mirón, disponían de temperaturas y recursos que podían hacer la vida más llevadera.
Y es a partir de aquel momento de recuperación cuando puede que
aquellas tribus de hombres y mujeres volvieran a sus lugares de origen en la
zona interior centro europea.
Esto último es lo que Svante Pääbo, investigador del
Instituto Max Planck de Antropología evolutiva de Leipzig (Alemania) pretende
descubrir tras obtener muestras de ADN de los restos de la “Dama roja”. Este investigador ya dirigió en el 2010 la
secuenciación del genoma neandertal.
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